Otra iglesia cerrada a cal y canto.
El ayuntamiento.
Vista desde un mirador del pueblo.
Masias abandonadas en las inmediaciones.
El nombre de este pueblo viene de la cantidad de zarzamoras que daban color a sus paisajes.
Merece la pena perderse por sus calles.
No es muy grande y se respira tranquilidad. Está exquisitamente cuidado, limpio, decorado, hasta el más mínimo detalle, conservando con sus casas señoriales, fuentes y monumentos un toque medieval. Su ubicación en plena sierra de Gúdar-Javalambre hacen que el entorno que lo rodea aumente su belleza.
Ropa tendida al sol, tejados rojizos, piedras, madera, gatos domingueros perdidos entre las acelgas de una huerta, los ancianos sentados en los bancos viendo las horas pasar, una cortina moviéndose en un silencioso vaivén tras una ventana, el tiempo que parece haberse detenido, pequeños detalles que hacen que pasear por las calles de este pueblo, atravesando sus muros y puertas con forma de arco, hagan de este rincón un lugar distinto, ideal para una escapadita.
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